
Vocales Online es un popular portal de noticias en línea y fuente de contenido técnico y digital para su audiencia influyente de todo el mundo. Puede comunicarse con nosotros por correo electrónico.
vocalesradio.online@gmail.com
El gobierno y las Universidades públicas han mantenido relativamente buenas relaciones desde la creación de estas, hasta que manifestaciones estudiantiles en contra del régimen, sin precedentes en cuanto a sus dimensiones, combinadas con un grado de represión gubernamental poco usual, produjeron el peor episodio en la historia de la Universidad Autónoma de México. El clímax vino con la matanza de probablemente más de 300 estudiantes en la Plaza Tlatelolco en 1968. Fue el acontecimiento más violento durante una época de agitación en las universidades en todo el mundo. Tan fatal suceso fue seguido de encuentros violentos, siendo el de 1971 especialmente grave. Ambos acontecimientos marcan con sangre esa etapa en la historia de nuestro país.
El poder político en las universidades emana de su carácter autónomo. La autonomía es un concepto político que se aplica a las universidades públicas como un atributo reconocido por el Estado y otros poderes de la sociedad. Es una noción que sirve a las instituciones para defenderse de intereses externos. La autonomía dota de poder a la universidad y al gobierno universitario para instituirse, para definir derechos y obligaciones de sus miembros, elaborar planes y programas de estudio, adquirir recursos, administrarse y relacionarse con la sociedad, y con todos los públicos que le demandan servicios. Por la autonomía, que cubre la naturaleza de sus funciones y su ethos académico, la universidad tiene vida política propia y presencia pública en el escenario político nacional y local.
El viernes pasado se llevó acabó en la capital del estado, “la marcha de la autonomía” la cual estuvo integrada por estudiantes y cuerpo académico de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, la cual culmino en Plaza Juárez. Al frente del contingente Gerardo Sosa Castelán. Sosa desde que llego hace 48 años a la presidencia de la Federación de Estudiantes de Hidalgo, se convirtió en factor de peso en la política local, exdiputado local, dos veces federal, ex presidente del PRI, exrector, y expresidente del patronato de la UAEH y líder de facto del PT, a veces cercano, otras lejano del poder político estatal.
Actualmente enfrenta cargos presentados por la FGR. Un juez de Distrito especializado sobreseyó parcialmente los delitos imputados hace un año. Decisión que fue apelada ante un tribunal colegiado, la resolución se encuentra pendiente.
La marcha del pasado viernes, el lugar y el mensaje están cargados de simbolismos. Las consignas previas “¡Autonomía sí, autonomía no se va!”, y ahí entre los oradores el agradecimiento al Gobernador Julio Menchaca Salazar, egresado de la UAEH y primer morenista del estado. “Le ratificamos que cuenta con su universidad en la transformación de Hidalgo en una potencia”. Un giño conciliador, pero con el recordatorio: la UAEH no se toca.
Detrás de las mantas que exhibieron en la marcha, Sosa desplegó un arsenal de señales veladas, cada una calibrada para un destinatario preciso. Primero, a la comunidad universitaria: su presencia junto a cinco exrectores [Juan Alberto Flores, Juan Manuel Menes Llaguno, Adolfo Pontigo Loyola, Juan Manuel Camacho Bertrán y Humberto Veras Godoy], fue un himno a la continuidad del “Grupo Universidad”, esa maquinaria que desde los setenta controla la alma mater hidalguense. “La autonomía es la que nos trajo aquí y aquí estamos por la autonomía. ¡Que viva!”, proclamó. Mensaje implícito: soy el guardián eterno, el que resiste tormentas judiciales por ustedes, miles lo vitorearan. Es lealtad forjada en décadas de favores y redes.
Al gobierno estatal, el mensaje fue ambivalente: apoyo, pero con límites y “apoyo” en la revocación de mandato, señalando que aún no definía el sentido de su voto. A la FGR y al sistema judicial federal, el gesto fue puro desdén. El brazalete “en el museo” no es solo humor; con la apelación de la fiscalía aún fresca, su desfile multitudinario grita: “Tengo el pueblo, ¿y ustedes, pruebas?”. Es el clásico playbook de los imputados mexicanos: judicialízalo todo, pero muévete en la calle.
Y a los aliados políticos -PRI, PT, PAN, PVEM - , el retorno es un faro: estoy vivo, listo para 2027. Hidalgo va a elecciones de gobernador ese año, y el Grupo Universidad, con su padrón de 40 mil votantes cautivos, es un bloque que nadie ignora.
El tablero del ajedrez político se mueve rápido. A finales de octubre, la audiencia podría absolverlo —GSC confía en ello, y un sobreseimiento parcial ya lo salvó en 2024— o endurecer las medidas, devolviéndolo al brazalete o peor. Si sale limpio, su rueda de prensa prometida (anunciada para “platicar ampliamente”) será el lanzamiento de una campaña de transformación, fortaleciendo al Grupo Universidad como potencia opositora a Morena en Hidalgo. Podría incluso perfilarse como titiritero de candidaturas, o —quién sabe— saltar al ruedo él mismo, reviviendo su viejo rol de diputado federal.
Pero si el martillo judicial cae, la marcha de este viernes se recordará como el último rugido de un referente político. En un Hidalgo donde el Gobernador Menchaca busca consolidar la transformación, Sosa representa la tradicional escuela política: lealtades clientelares y una autonomía que a veces huele a feudo.
¿Viva la autonomía, o viva el que la controle? En política no siempre lo que se ve, es.
Por ahora, es la cuarta transformación la que marcha al frente.
X @David_Tenorio