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Navidad en las montañas: La reconciliación pendiente

Diciembre 21, 2025 54

 

En el extenso canon de la literatura mexicana, pocas obras resuenan con la calidez y la urgencia moral de "Navidad en las Montañas" de Ignacio Manuel Altamirano, publicada en 1871. La novela no fue solo un cuento costumbrista; fue un manifiesto político disfrazado de idilio pastoral. Altamirano, un liberal puro, indígena de Tixtla y veterano de la Guerra de Reforma, escribió esta obra para demostrar una tesis que hoy parece olvidada en Palacio Nacional y en la oposición: que la ideología no debe anular la humanidad y que la reconciliación es el acto patriótico supremo.

La trama sencilla pero poderosa: un capitán liberal, curtido en el anticlericalismo de la guerra, se encuentra perdido en la sierra. Allí conoce a un cura español que, lejos de ser el estereotipo del conservador rapaz y fanático que los liberales combatían, resulta ser un hombre de virtud evangélica, pobreza franciscana y amor genuino por su comunidad.

Hoy, mientras México atraviesa su propia versión moderna de la "Guerra de Reforma", ya no con cañones, sino con retórica incendiaria, reformas constitucionales y una polarización que divide a la sociedad, vale la pena desempolvar las lecciones del "Maestro Altamirano" 

El gobierno actual, heredero del obradorismo, ha cimentado su narrativa en una dicotomía estricta: liberales contra conservadores. Se ha recuperado el lenguaje del siglo XIX para justificar las batallas del siglo XXI. Sin embargo, al leer a Altamirano, uno descubre que el verdadero triunfo del liberalismo no fue el exterminio del "otro", sino la capacidad de reconocer la virtud donde menos se esperaba.

En la novela, el capitán liberal se conmueve al ver que el cura no impone el dogma, sino que practica la caridad. Aquí yace la primera lección para el México actual: la legitimidad moral no la otorga la etiqueta del partido, sea Morena o la oposición, sino la congruencia de los actos.

Altamirano nos muestra que los valores cristianos, la humildad, la caridad y el sacrificio por el prójimo, no son propiedad exclusiva de la derecha, ni enemigos de la izquierda progresista. De hecho, el "Humanismo Mexicano" que pregona el oficialismo tendría mucho que aprender de aquel cura de la montaña. Un verdadero humanismo no se construye desde la soberbia de quienes detentan el poder, sino desde la humildad del servicio que integra, no que segrega.

Lo más revolucionario de "Navidad en las Montañas" es el momento de la cena. El militar que representa al Estado laico y el sacerdote a la fe tradicional, parten el pan juntos. No renuncian a sus principios, pero aceptan que el bienestar del pueblo está por encima de sus diferencias doctrinales. ¿Dónde está esa mesa en el México de 2025? La atmósfera política actual respira un aire de revancha permanente. Si la Guerra de Reforma dejó heridas que tardaron décadas en sanar, la guerra de narrativas actual está calcificando el odio. Se nos ha olvidado que el "adversario" también ama a México.

El gobierno actual, con su inmenso poder, tiene la responsabilidad ética que tuvo el bando liberal tras el triunfo de la República: tender la mano. No para claudicar, sino para construir. Pero también la oposición, a menudo atrincherada en sus propios dogmas y privilegios, necesita encontrar a su "cura interno": esa vocación de servicio real, despojada de intereses económicos, que conecte con el pueblo llano como lo hacía el personaje de Altamirano.

La Navidad que describe Altamirano es un espacio de tregua y reconocimiento mutuo. En la novela, la religión no es el opio del pueblo, sino el pegamento social que, purificado de la avaricia institucional, dignifica a los pobres.

Si aplicamos esto al momento actual, la conclusión es dura: nos falta humildad. Al gobierno le sobra la soberbia de la victoria y a la oposición le falta la contrición de la derrota. Ambos bandos han olvidado que, allá afuera, en las "montañas" reales de México, en Chiapas, Oaxaca, en la Sierra Tarahumara, y en las periferias urbanas, la gente no come ideología. La gente necesita la paz y la prosperidad que solo nacen de la concordia. 

Ojalá que, en esta Navidad, nuestros líderes políticos, desde la Presidenta hasta los dirigentes opositores, relean a Altamirano. Quizás entonces entiendan que un capitán liberal y un cura conservador pueden abrazarse, y que ese abrazo no es traición, sino la única forma posible de llevar al país que todos queremos tener, un México más justo, próspero, inclusivo y en paz.

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Last modified on Domingo, 21 Diciembre 2025 22:14