El relanzamiento del Partido Acción Nacional llevado acabo el viernes pasado, fue liderado por Jorge Romero, quien prometió un PAN autónomo, abierto a candidaturas ciudadanas y enfocado en valores tradicionales como la familia, la libertad y la patria. Sin embargo, la presencia de figuras recicladas como Claudio X. González, Lorenzo Córdova y ex candidatos de la alianza Va por México —que perdió estrepitosamente en 2024— proyecta más continuidad que cambio. El incidente de Maximiliano Cortázar cayendo en una pileta no fue solo un momento viral, sino un símbolo cruel de una oposición que sigue tropezando con su propia torpeza estratégica. La retórica de “volver a las bases” suena hueca cuando los oradores son los mismos que no lograron frenar el ascenso de Morena, y la asistencia de José María Aznar, un político español de otra era, refuerza la percepción de un partido desconectado del México actual. Un usuario en X lo resumió mordazmente: “El PAN relanza su logo, pero no su relevancia”.
Peor aún, el PAN parece ignorar las razones de su declive. Durante sus gobiernos (2000-2012), no desmanteló el clientelismo ni abordó la desigualdad de manera convincente, lo que permitió a Morena apropiarse de la narrativa de justicia social. Su alianza con el PRI, un partido asociado con grandes negativos, diluyó su identidad y alienó a votantes que buscaban una alternativa fresca. La decisión de ir solo en futuras elecciones es valiente, pero arriesgada: en 2024, la alianza opositora apenas alcanzó el 27% de los votos frente al 54% de Morena. Sin coaliciones, el PAN depende de su base en estados como Guanajuato, Querétaro y Chihuahua, pero estas no bastan para competir nacionalmente.
La Derecha Mexicana Frente al Espejo Global
Comparado con la derecha global, dista de tener la fuerza suficiente para regresar por sí sola a ll presidencia de la república. Un par de ejemplos, el Partido Republicano de Trump en Estados Unidos ha abrazado un populismo nacionalista que moviliza con temas como el antiinmigración, y Vox en España capitaliza el rechazo a la multiculturalidad con discursos incendiarios, el PAN se aferra a un conservadurismo moderado, de corte democristiano. Este enfoque lo asemeja a los Conservadores británicos pre-Brexit, pero sin su capacidad de reinventarse frente a crisis. En América Latina, el bolsonarismo en Brasil sedujo a las masas con un discurso evangélico y antiélite, mientras que en México, la derecha no ha encontrado un equivalente populista. ¿Por qué? Porque Morena ha monopolizado el discurso de “pueblo contra élites”, dejando al PAN como un partido percibido como elitista, incapaz de conectar con las mayorías.
Otros ejemplos globales exponen las carencias del PAN. Como en Italia, Giorgia Meloni ha revitalizado la derecha con un discurso que mezcla nacionalismo, tradición y pragmatismo económico, atrayendo incluso a votantes jóvenes. En Alemania, Alternativa para Alemania (AfD) ha crecido explotando el descontento con la inmigración y la globalización, aunque con tintes xenófobos que el PAN evita. En contraste, el PAN no ha sabido articular un mensaje que resuene en un México polarizado, donde Morena controla no solo el poder, sino la narrativa emocional.
La presencia de Claudio X. González, un empresario visto como símbolo de la élite, en el relanzamiento, refuerza esta desconexión. Como señaló un analista en X, “el PAN quiere ser oposición, pero sigue hablando desde Polanco”.
El PAN tiene un camino muy empinado
hacia el 2027, las elecciones intermedias pondrán a prueba al PAN. Sin alianzas, competirá en un terreno dominado por Morena, que controla los tres poderes públicos y la gran mayoría de los congresos estatales.
Aunque gobernadores como Maru Campos (Chihuahua) y Mauricio Vila (Yucatán) han mostrado resultados, su influencia es regional, y el PAN carece de una figura nacional que pueda rivalizar con el carisma de AMLO o la maquinaria de Sheinbaum. Para 2030, nombres como Ricardo Anaya, Lilly Téllez o Diego Sinhue aparecen en encuestas de México Elige, pero su viabilidad es dudosa. Anaya arrastra el estigma de su derrota en 2018 y acusaciones de corrupción; Téllez polariza incluso dentro del partido; y Sinhue, aunque sólido, no tiene proyección nacional. Claudio X. González podría unir a la oposición civil, pero su imagen de empresario limita su atractivo popular.
El PAN necesita más que un relanzamiento simbólico. Debe abordar temas que Morena ha ignorado, como la economía digital, el cambio climático y la inseguridad, con propuestas concretas que apelen a los jóvenes, quienes representan el 30% del electorado. Sin un líder carismático ni una narrativa que desmantele el monopolio discursivo de Morena, el PAN arriesga quedar como un partido de nicho, confinado a sus bastiones tradicionales.
Ejemplos como el de Maximiliano Zepeda, un joven panista que renunció al partido en 2024 por su “falta de visión”, ilustran la frustración interna. “Quieren cambiar, pero no saben cómo”, escribió en X.
En suma, el relanzamiento del PAN es un esfuerzo valiente pero insuficiente. Frente a una derecha global que prospera con audacia o polarización, el PAN se queda corto con su moderación y su incapacidad de trascender su imagen de élite. Sin una estrategia disruptiva, un liderazgo fresco y un mensaje que conecte con las mayorías, el PAN seguirá siendo un eco del pasado, incapaz de desafiar a Morena en 2027 o 2030. Como dijo un usuario en X, “cambiar el logo no cambia el destino”.
El tiempo dirá si el PAN puede transformarse en una verdadera alternativa o si este relanzamiento es solo un capítulo más en su declive.