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El alma de la toga

Junio 01, 2025 155

En su obra clásica de 1919, El alma de la toga, el jurista español Ángel Ossorio y Gallardo invita a reflexionar sobre la esencia de la abogacía, más allá de los códigos y las leyes. Para Ossorio, ser abogado no es solo conocer el derecho, sino vivirlo con una profunda sensibilidad por la justicia, una fuerza interior que trascienda las normas escritas y conecte con las demandas de la vida misma. 

Esta perspectiva resuena con particular fuerza en el contexto de la elección judicial histórica que México vivió el 1º de junio, un momento que redefine el rumbo del Poder Judicial y plantea preguntas cruciales sobre el compromiso con la justicia.

Por primera vez, México eligió a través del voto popular a quienes integrarán la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Tribunal Electoral, el Tribunal de Disciplina Judicial, así como magistraturas de circuito y jueces de distrito. Este proceso, descrito como un esfuerzo para democratizar la justicia y combatir la corrupción, busca un Poder Judicial más transparente, imparcial y cercano a la ciudadanía. Sin embargo, como nos advierte Ossorio, la justicia no se construye solo con procedimientos, sino con la calidad moral y ética de quienes la imparten. 

La toga, símbolo de autoridad y sobriedad, no es un mero atuendo, sino un recordatorio de la responsabilidad de actuar con rectitud y de servir a la sociedad por encima de intereses personales o políticos. El jurista en quien recae la responsabilidad de juzgar debe ser un artista de la palabra, un defensor de la justicia que no se doblega ante presiones externas. Este principio es especialmente relevante hoy, cuando el proceso de elección judicial ha generado debates sobre la independencia del Poder Judicial. La investidura judicial según no debe ser un disfraz para intereses partidistas, sino un emblema de autonomía y compromiso con la verdad. La elección popular, aunque democrática, no debe convertirse en un mecanismo que comprometa la libertad de los jueces.

La respuesta no está solo en las urnas, sino en la formación ética de los candidatos y en la vigilancia ciudadana para exigir que quienes sean elegidos actúen con integridad.

En un México donde la desigualdad y la injusticia persisten, los nuevos jueces deben ser capaces de mirar más allá de los expedientes y conectar con la realidad social. La toga, el juzgador en palabras del autor, distingue a quien la porta, pero también le impone una carga: la de ser un agente de cambio, un defensor de la equidad en un sistema que, históricamente, ha sido cuestionado por su lejanía del pueblo. Los mexicanos tenemos la oportunidad de moldear un Poder Judicial que no solo sea democrático en su origen, sino justo en su actuar. 

Para ello, debemos exigir que quienes asuman como juzgadores lo hagan con la pasión, la ética y la independencia que que requiere la investidura. 

 

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Last modified on Lunes, 02 Junio 2025 02:07